NUEVE REGLAS QUE DEBEN ROMPERSE CUANDO TIENES UN ROMANCE CON UN LIBERTINO
SARAH MACLEAN
Extracto capitulo 6
Callie había pensado que esta noche sería diferente.
Ella había esperado que la fiesta de compromiso de Mariana y Rivington fuera perfecta. Y lo fue, cada centímetro de la habitación había sido pulida hasta que brilló, los pisos y ventanas, las enormes arañas de cristal y los apliques de la pared que contenían miles de titilantes velas, las columnas de mármol que se alineaban en un tramo de la habitación, evidenciando la característica más impresionante de Allendale House, un corredor en el piso superior que permitía la visión del salón de baile, el cual les permitía a los invitados que tuvieran necesidad de un respiro, encontrar uno sin tener que abandonar el salón de baile.
Ella había esperado que Mariana brillara, y lo hizo, una brillante joya del brazo de Rivington, girando a través de docenas de otras parejas en una entusiasta danza folclórica. Y los demás invitados parecían estar de acuerdo con Callie, estaban encantados de estar allí, en el primer evento importante de la temporada, la fiesta de Mariana y su duque. La sociedad se encontraba en su mejor momento, vestidos con lo último de la moda, ansiosos de ver y ser vistos por aquellos con quienes no se habían encontrado mientras estaban fuera de Londres, durante los meses de invierno.
Callie había imaginado que este baile sería especial para ambas hermanas Allendale.
Sin embargo, aquí estaba sentada, en los asientos para solteras. Como de costumbre.
Ella debería estar acostumbrada a eso, por supuesto, acostumbrada a ser ignorada y pasar el tiempo con el resto de las mujeres que estaban fuera de circulación. A decir verdad, en los primeros años, lo había preferido así. Las mujeres la habían aceptado en su grupo, amablemente haciéndole sitio en cualquier asiento que fuera destinado para las de su tipo. Callie había encontrado mucho más agradable observar la temporada que se desarrollaba, mientras se intercambiaban chismes con las mujeres mayores que incómodas permanecían al otro lado de la habitación esperando con paciencia que un joven caballero elegible les solicitara un baile.
Después de dos temporadas de cazadores de fortuna y viudos de edad avanzada, Callie le había dado la bienvenida a la compañía de las solteronas.
Y luego, se convirtió en una de ellas.
Ni siquiera estaba muy segura de cuándo o cómo había sucedido, pero había ocurrido. Y ahora, ella tenía muy pocas opciones en la materia.
Pero esta noche era la fiesta de compromiso de Mariana. Esta noche era el primer baile de Calpurnia desde que había comenzado a tachar desafíos de su lista. Y honestamente había pensado que esta noche las cosas podrían ser diferentes. Después de todo, como la elección obvia para dama de honor de la novia, ¿no merecía un reconocimiento especial en un evento totalmente planificado para celebrar las nupcias pendientes?
Viendo a los bailarines, ella soltó un pequeño suspiro. Evidentemente no.
«Oh, Calpurnia». La señorita Genoveva Hetherington, una solterona de mediana edad con ojos amables y una total falta de sensibilidad, le dio ligeramente unas palmaditas en la rodilla a Callie con una mano enguantada de encaje. «Debe moverse más allá de eso, mi querida. Algunos de nosotros no estamos hechos para bailar».
«En realidad no». Las palabras fueron arrancadas de Callie, quien aprovechó la oportunidad para ponerse de pie y excusarse a sí misma. Sin duda que ese sería un curso de acción más preferible que estrangular a una de las solteras más queridas de la alta sociedad.
Manteniendo la cabeza baja para limitar el número de personas que ella podría verse en la necesidad de reconocer, Callie se dirigió a la habitación destinada para las bebidas.
Fue interceptada por el Barón Oxford a sólo unos metros de su destino. «¡Mi señora!»
Callie esbozo una resplandeciente sonrisa en el rostro y se volvió hacia el barón, quien le dirigió la sonrisa más dentuda, que ella hubiera visto nunca. Incapaz evitarlo, ella dio un pequeño paso hacia atrás para distanciarse del sonriente hombre. «Barón Oxford. ¡Qué sorpresa!».
«Sí, prefiero suponer que así es». Su sonrisa no vacilo.
Hizo una pausa, esperando que él continuara. Cuando no lo hizo, ella dijo, «Estoy feliz de ver que pudo unirse a nosotros esta noche».
«No tan feliz como yo por haber logrado estar con usted, mi señora».
El énfasis en su expresión envió una ola de confusión a través de Callie. ¿El barón tenía la intención de que sus palabras sonaran tan sugerentes? Seguramente no, teniendo en cuenta que Callie no podía recordar la última vez que había hablado con el incorregible dandy. Se aclaró la garganta con delicadeza. “Bueno. Gracias».
«Se ve muy hermosa esta noche». Oxford se inclino, y amplió su sonrisa. ¿Era posible que el hombre tuviera más que el número habitual de dientes?
«Oh». Tardíamente, Callie recordó inclinar la cabeza y parecer halagada en lugar de completamente desconcertada. “Gracias, mi señor».
Oxford parecía totalmente orgulloso de sí mismo. «¿Quizás usted me haría el honor de un baile?». Cuando ella no respondió de inmediato, él levantó la mano de ella hasta sus labios y bajó la voz añadiendo. «He tenido la intención de pedírselo durante toda la noche».
La interacción inesperada impido que Callie lo siguiera muy de cerca. ¿Estaría borracho?
A medida que consideraba la ansiosa invitación, Callie escucho la orquesta tocando las primeras notas de un vals e inmediatamente se resistió a la idea de bailar con Oxford. El vals no había llegado a Inglaterra hasta después de que Callie había sido etiquetada como una soltera, y ella nunca había tenido la oportunidad de bailarlo, al menos, no con alguien más que Benedick en la intimidad de su hogar. Ella ciertamente no quería que su primer vals en público fuera con Oxford, sonriendo como un tonto. Dirigió una rápida mirada hacia la habitación de las bebidas, considerándola su mejor vía de escape.
«Oh. Bueno. Yo…», dijo ella evitando dar una respuesta directa.
«¡Calpurnia! ¡Allí está usted!». La señorita Heloise Parkthwaite, de unos cincuenta años y muy corta de vista, salió de la nada para sujetar el brazo de Callie. «¡He estado buscándola por todas partes! Sea amable y escólteme para reparar mi dobladillo, ¿lo haría?».
Una oleada de alivio recorrió a Callie, ella fue salvada. «Por supuesto, Heloise, querida», dijo. Apartando su mano de las garras de Oxford, le ofreció una arrepentida sonrisa en su dirección. «¿Tal vez en otra ocasión, mi señor?»
Descargar «Nueve reglas que deben romperse para tener un romance con un libertino», capitulo 6.
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