El Lobo de Elizabeth
Lora Leigh
Serie Las Castas
Libro 4
“Besos”. Ella se inclinó como si ella hubiera logrado la jugada del siglo. Y para rematarlo todo, ella estaba riéndose de él.
¿Besos? él le pregunto con cuidado.
Ella asintió con seguridad. Muchos besos, Dash. Y Mamá ya no se disgustara.
Ella se estaba riendo. Ella dio una palmada de su mano sobre su boca, sin embargo, cuando su mamá caminó rápidamente desde el cuarto de baño, pasando un peine muy rápidamente a través de su rebelde cabello.
“Se te olvidaron las bandas para el cabello para mí, Sr. Preparado-Para-Todo”, ella murmuró irritada, mientras ella extendía hasta su cintura los largos rizos detrás de su hombre y levanto su cabeza.
Sus ojos se entrecerraron al instante. Sus manos fueron a sus delgadas caderas, enfatizado por lo bien que le sentaban los ceñido jeans y la negra blusa metida en el cinturón.
¿Qué están tramando ustedes dos?
Los ojos de Cassie se entornaron al instante, mientras ella saltaba desde la cama y volaba a los brazos de su mamá.
Elizabeth la copio con facilidad, una sonrisa asomaba a sus labios, incluso si esto era muy sospechoso. Ella aceptó los eufóricos besos de la pequeña niña en su mejilla, sin embargo, y los devolvió calurosamente.
“¿No tenemos bonita ropa, Mamá?” Ella se separo un poco para permitirle a su madre para admirar el traje de terciopelo gris oscuro. “Dash tiene buen gusto, ¿eh?”
La niña era casi tan alta como su madre. Dash las miro furtivamente mientras él se ponía de pie, levantando el bolso de la cama flexionado sus músculos del hombro, comprobando el ajuste de las correas de cuero que sostenía la funda del cuchillo entre sus omoplatos.
“Sí. Dash tiene buen gusto”. Ella le permitió a su hija deslizarse hacia el piso, colocando su brazo a través de sus hombros. Consigue tu abrigo ahora, Cassie. Parece que Dash está listo para salir. Su voz se enfrío considerablemente. Quizas mejor te apuras y usas el baño primero. Podríamos tener un largo viaje en coche por delante de nosotros.
Cassie salto lejos mientras su madre la cuidaba. Cuando la puerta se cerro, Elizabeth se giro hacia Dash.
“Nada de chocolatinas”, dijo ella mientras se sentaba en el borde de la cama para atar las botas que Dash le había proporcionado a ella. “La hacen demasiado hiperactiva y ella no comerá sus comidas. Ahora mismo, las vitaminas son más importantes”.
Él sabía que no había ninguna manera de que ella hubiera escuchado su conversación. Ella levantó la cabeza después de que terminara de hablar, echando un vistazo a su expresión interrogante.
“Ella negocia por chocolate, Dash. ¿Qué prometió ella a cambio?”El vio sus labios apretados como si ella estuviera tratando de controlar su propia sonrisa. “No le creas a esa niña. Ella realmente no sabe el secreto del universo, o antiguas maldiciones druidas. Ella sólo piensa que lo hace”.
“Diablos, ella no le había ofrecido eso a él, pensó con un arrebato de diversión. Pero a la vez, él sabía que la pequeña niña iba por mucho más que el chocolate. La pequeña cómplice era después de todo un poco casamentera.
Él sacudió su cabeza mientras Elizabeth se ponía de pie, sus ojos se entrecerraron mirándolo a él.
“¿Y bien?” ella le preguntó curiosamente”¿Qué fue? “
Él se encogió de hombros. “No puedo decírtelo. Los secretos de chocolate son sagrados, ya sabes”.
Ella resoplo ante esto. Afortunadamente, Cassie eligió ese momento para venir saltando desde el baño. Elizabeth se volvió rápidamente para tomar cuidado del lavado y secarle sus manos, entonces darle una rápida palmadita a sus densos rizos infantiles y conseguir que se pusiera su abrigo. Durante todo el rato, Cassie habló.
“¿Realmente vamos a un rancho, Dash?” Ella lo miro con asombro. “Yo nunca he estado en un rancho antes”.
“Definitivamente un rancho, Cassie”. Él abrió la puerta.
Dos pies de nieve le dieron la bienvenida y más aún estaban cayendo.
“Vamos, dejemos la charla”. Él la balanceo en sus brazos y comenzó a avanzar a través de la nieve hacia el Hummer, asegurándose de despejar un camino para que Elizabeth se moviera detrás de él.
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