NACIDO DE LA NOCHE
SERIE LA LIGA
LIBRO 1
Sherrilyn Kenyon
Debido a la publicación de una edición renovada de Nacido de la noche, aqui les mostramos un extracto de la edición original.
Extracto Capitulo 9
“¿En dónde estamos?”, preguntó Kiara cuando aterrizaron en el interior de una bahía sumamente iluminada, en un planeta que ella nunca había visto antes.
“En la ciudad de Verta”, dijo Nykyrian, mientras apagaba los motores.
“¿Verta?”, repitió Kiara, mientras una emoción rápidamente la recorría. Ella siempre había querido visitar las infames tiendas de Paraf Run, pero su padre siempre le había dicho que ir muy lejos era demasiado peligroso. Toda mercancía dudosa, incluso los esclavos, era comprada y vendida en ese lugar, por los seres más peligrosos del universo.
“¿Estás seguro de que aquí no nos pasará nada malo?”, preguntó ella.
Nykyrian abrió la compuerta.
“Claro. Soy bien conocido en este lugar y nadie es tan tonto como para cruzarse en mi camino”.
Un pensamiento travieso se le ocurrió y no pudo resistir el impulso de preguntarle:
“¿Qué pasaría si algún aristócrata de alta jerarquía me ve y exige mis servicios privados?”.
Sus manos se tensaron alrededor de ella mientras soltaba los cinturones de seguridad.
“Le arrancaría el corazón y se lo haría tragar”.
Kiara no estaba muy segura de que le hubiera gustado mucho su respuesta. Tragó saliva cuando una imagen de la muerte de Arast pasó por su mente.
Después de soltarle el cinturón de seguridad, Nykyrian la ayudó a bajar, la sacó de la bahía, y la llevó a una calle atestada de personas.
“Quédate a mi lado”, le dijo él, mientras le envolvía un brazo posesivamente sobre su cintura.
Kiara observó la calle, asombrada por la variedad de seres y culturas que interactuaban en ella. Vio a princesas adineradas vestidas con las telas más finas que existían, a pilluelos callejeros y sucios que apenas llevaban la suficiente ropa como para cubrir su desnudez. Un niño sucio pasó corriendo al lado de ellos.
Nykyrian la soltó.
“¡Jana!”, gritó y el muchacho se detuvo inmediatamente.
Kiara miró asombrada como Nykyrian le señalaba al muchacho un escondite rápidamente antes de que un Guardián enfadado girara en la esquina, con un garrote en la mano. El Guardián miró en todas las direcciones, y luego los miró.
Apartó de su camino a toda la muchedumbre, mirando fijamente a Nykyrian.
“¿Has visto a Jana el ladrón?”, pregunto él.
Nykyrian cruzó los brazos sobre su pecho.
“No. ¿Por qué?”.
Por la cara del Guardián, Kiara pudo deducir que el hombre pensaba que Nykyrian estaba mintiendo, pero él no le dijo nada más. Con una mueca en dirección a ella, el hombre lentamente bajó por la calle.
Kiara se mordió el labio inferior, preguntándose qué estaba pasando. Nykyrian metió una mano en las sombras y sacó al niño del brazo.
“¿Qué estás haciendo?”, le exigió Nykyrian firmemente, pero su tono de voz todavía era calmado.
El niño la miraba tímidamente.
“No hice nada, Nykyrian, ¡te lo juro por mi vida!”.
El gesto de dureza en el rostro de Nykyrian se ablandó.
“¿De qué te acusan?”.
El niño se lamió los labios y bajó la cabeza. Sus hombros delgados se agitaron y Kiara se dio cuenta de que estaba llorando.
“Mi madre murió hace dos días”, sollozó. “Ellos quieren llevarme a una casa de trabajo”.
La mandíbula de Nykyrian comenzó a apretarse, expresando su gesto de enfado usual.
Para su eterna sorpresa, él tiró al niño sucio entre sus brazos y lo abrazó.
“Todo está bien, Jana. No voy a permitir que ellos te hagan eso”.
Un nudo se apretó en la garganta de Kiara cuando miró la forma tierna en la que levantó al niño en sus brazos. Los pequeños brazos delgados de Jana lo abrazaron mientras sollozaba contra el cuello de Nykyrian.
“Tú me pareces muy tierno, para ser un hombre sin sentimientos”, le dijo ella, mientras apartaba un mechón de pelo enredado de la mejilla sucia de Jana.
Nykyrian no dijo nada. En su lugar, la llevó calle abajo, a la parte trasera de una tienda. Se quitó las gafas y tocó la puerta trasera, donde esperaron, hasta que una atractiva mujer apareció.
“¡Nykyrian!”, exclamó ella alegremente, al abrir la puerta, mirándolo de arriba a bajo, como una madre mira a su hijo después de una larga ausencia.
Kiara reconoció de repente a la mujer, como la enfermera que había cuidado de Nykyrian en el primer disco que ella había visto el día anterior.
“Hola Orinthe. ¿Podemos entrar?”, preguntó él, mirando fijamente a Kiara.
“¡Sabes que eres bienvenido aquí cuando quieras!”, dijo ella con una sonrisa y abrió mucho más la puerta.
Nykyrian se apartó y dejó que Kiara entrara primero. La mujer la guió a través de un almacén de comestibles inmaculado y la llevó a un pequeño salón de descanso que estaba a la derecha. Jana había dejado de llorar y estaba echando una mirada alrededor de la comida con tanto anhelo, que Kiara quiso llorar por él.
Nykyrian sentó a Jana en una de las cuatro sillas que bordeaban a una pequeña mesa redonda. Orinthe fue hacia un estante y tomó una bandeja llena de frutas y panes dulces. Con una sonrisa tierna, la puso delante de Jana quien ávidamente cayó sobre ella.
Una extraña mirada se cruzó por la cara de Orinthe mientras miraba a Jana.
“Él me recuerda a otro niño que conocía hace mucho tiempo”, le dijo ella a Nykyrian.
Nykyrian no se movió. Se quedó quieto mirando varios segundos a Jana.
“Él necesita un hogar”, dijo él después de una larga pausa. “No sé a donde más llevarlo”.
Orinthe asintió con la cabeza.
“Podría necesitarlo para que me ayude aquí en la oficina. El chico que hacía mis recados me dejó hace tres días y no he tenido tiempo de buscar a otro”.
Jana levantó la mirada de su comida, con los ojos abiertos.
“¿Quedarme aquí?”, preguntó él con un tono de temor. “¿Con toda esta comida?”.
La brillante sonrisa de Orinthe, calentó el corazón de Kiara.
“¡Y puedes comer tanto como quieras!”.
Jana miraba a Nykyrian y a Orinthe con una felicidad radiante.
“Claro”, dijo ella seriamente. Tendrás que mantenerte limpio y lavarte detrás de las orejas”.
Jana arrugó la nariz.
“¿Pero puedo comerme todo esto?”.
“Tanto como quieras”, repitió Orinthe. Jana sonrió.
“Nykyrian”, dijo Orinthe, mientras se ponía de pies. “Puedes llevarlo arriba y bañarlo”.
“Seguro”, dijo él, entonces sacó a Jana y a sus panes fuera de la habitación.
Kiara sonrió detrás de ellos, su corazón latía de orgullo y amor ante la ternura de Nykyrian.
Orinthe volvió sus pálidos ojos azules hacia Kiara, con una mirada fija y escrutadora que le dio la impresión a Kiara de que no podría esconderle nada a la sabia mujer.
“¿Eres la mujer de Nykyrian?”, preguntó ella con un tono bajo.
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